martes, 21 de junio de 2011

...Y ahora qué



Ya es el futuro, en cada palabra que leemos  actúa un tiempo diferente. Son pasado:  La campaña electoral, todos los que podíamos-quisimos ya votamos en las esperadas elecciones del 22M, se han conformado los gobiernos locales y autonómicos, unos con mayorías absolutas y otros con pactos entre partidos más o menos afines. En Buñol los tres partidos de izquierdas se han unido milagrosamente con poco más del sesenta por ciento para desbancar al PP con casi el cuarenta por ciento de los votos. ¿Y ahora qué?
Cuando respondamos ya

estaremos en el futuro y a la vez creando historia. Un pacto histórico sin duda, después de muchos años de desavenencias entre IU y el PSOE. Curiosamente IAB siempre ha tomado una postura de acuerdo con ambas formaciones.
La leyes permiten hacer acuerdos para que el partido más votado no gobierne. Ni siquiera que formen parte de la Comisión de Gobierno, incluso si esta ultima no quiere los puede mantener al margen de toda competencia o responsabilidad, relegándolos a única postura posible, la oposición. Así es la democracia representativa.
Está claro que todos los partidos han utilizado alguna vez esta opción, por lo tanto no tendrían por qué quejarse, desde la coherencia, ninguno de ellos. Pero ahondemos un poco más en las cuestiones que suscita a poco que reflexionemos estas estrategias políticas: ¿A quién se vota a los partidos, a los cabezas de lista o a las personas? ¿Por qué debemos estar gobernados por los representantes de 3697 votantes y no tenemos en cuenta a los representantes de  2299  personas? En base a una cobertura legal y posible sin duda, pero desde el punto de vista de la  representatividad no es injusto que un montón de personas sientan que sus votos no valen para nada puesto que sus representantes no tienen la más mínima posibilidad de aportar sus ideas, sus proyectos, sus perspectivas... Y aunque la tuvieran, ninguna de ellas se aprobaría en la mayoría de los casos por emociones políticas que nada tienen que ver con lo que conviene o no a los ciudadanos, sino por intereses meramente partidistas, revanchistas y electorales.
En las instituciones locales se debería, y menos en los tiempos que corren, desperdiciar el trabajo de  siete concejales simplemente por las siglas políticas. Sin duda la ideología tiene que conformar un carácter de fondo, pero nunca, una vez convenido el gobierno tripartito, perder el tiempo y el trabajo en luchas inútiles, ni por un lado ni por el otro. El gobierno tiene la obligación de ser generoso, sobre todo teniendo en cuenta el número de votos recibidos por la derecha, y la oposición tiene la obligación de, si esa generosidad existe, trabajar codo con codo en todo aquello que sea necesario para Buñol. Se puede hacer oposición sin tener que gastar todas las energías en aplastar al contrario, el gobierno local tiene que hacerse responsable de que eso no ocurra, sería  una actitud nefasta para Buñol.
En un momento en que se está poniendo en tela de juicio a la democracia representativa sería la mayor baza y de una inteligencia inaudita conseguir un consenso institucional en los pilares básicos de la acción de gobierno con todos los partidos. Buscar los encuentros y trabajar en ellos en vez de ametrallarse de un lado a otro para que nos tiremos cuatro años, si llega, en una partida de tenis continua y desesperante como en el pasado más reciente. Hoy no cabe más que la política de la responsabilidad, otra cosa pasará mucha más factura a la izquierda de la que ya han pagado. Ya ha sido muy dura.
Los partidos creen que los votantes castigan los acuerdos, sin embargo yo creo lo contrario, lo que castigan es el desacuerdo, el poder por el poder, el odio, el rencor, la falta de valores y de iniciativas, la verborrea insignificante y distante de la realidad y los hechos, la falta de ejemplo, los argumentos fáciles que esconden motivaciones oscuras que rizan el sadismo. La tan denostada política, convertida en un arte por los griegos, está llegando a su cota más baja de valoración por los ciudadanos en toda la historia reciente.
En 1979 todos los partidos trabajaron a una por y para Buñol, los Republicanos, la UCD, incluso AP han tenido concejalías y atribuciones para llevarlas. Y el PC y el PSOE tenían un acuerdo de gobierno. No digo que las circunstancias ni los parámetros sean los mismos pero sí afirmo que la actitud debería ser la misma. Entonces, porque estaba todo por construir y ahora, porque todo está hecho añicos y hay que hacer un gran trabajo para que esta crisis brutal en la que estamos viviendo no se cargue todo lo que con tanto esfuerzo y sacrificio costó conseguir.
No es hora de hacer política partidista, quizá si ideológica, es hora de tener un gran sentido de la responsabilidad, para ello solo hace falta ser plenamente conscientes de la realidad que estamos viviendo y tener claro que por encima de los idearios políticos están las personas, su trabajo, su vivienda digna, un buen sistema de salud, una buena educación, una política ecológica que sea respetuosa con nuestra tierra, un cuidado amoroso de nuestras calles, monumentos, jardines y entorno.
Quizá simplemente recuperar valores que discurren por altavoces, por micrófonos, por escritos, por programas de televisión y radio, valores convertidos en palabras que suenan hoy vacías: Igualdad, solidaridad, fraternidad, cooperación, creación, vitalidad, humanismo... Y así hasta mañana. Sería una pena.

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