martes, 5 de julio de 2011

El Puente Nuevo

Me desperté alterado por un sueño. Solo recordaba una frase: El Puente Nuevo atraviesa el Barranco de los Mudos. Durante toda la mañana y en pequeños flashes intermitentes volvía la frase como en un eructo, como si mi cabecita loca se empeñara en hacerme pensar en esta frase aparentemente tan simple. Me equivocaba, en los sueños nada es tan sencillo. Comencé a pensar a través de silogismos simples partiendo de una pregunta de inicio terapéutico: ¿Qué te sugiere aquello que has soñado?
Buf... Tardé unos minutos en asociar algún concepto que se convirtiera en idea: Buñol, mudos, barranco, puente. Buñol, mi nido emocional desde niño; mudo: dificultad o imposibilidad para hablar, silencio; barranco:  garganta geológica que impide el paso fluido entre dos puntos; puente: conexión arquitectónica para comunicar dos lugares a priori incomunicables.
Durante la mañana no pensé demasiado, fue al levantarme de mi enfermiza siesta cuando la cabeza comenzó a rodar: El nido emocional que impide el paso fluido en la construcción de nuestra propia identidad y a la vez conecta nuestra dimensión social con un yo dimensionado a base de recuerdos y de necesidades. Pensé en como nos educan y nos educamos, como influye nuestro entorno, la familia, el colegio, el pueblo... y como influyen en cada una de los conocimientos que se transformarán en experiencias grabadas en lo más profundo de nuestra mente transformadas en filtros con los que miraremos la realidad. Buffff... Me estaba agobiando tanta abstracción y paré de pensar. Estaba justo al principio del Puente Nuevo si lo miramos en dirección a la plaza del Pueblo cuando desperté. Me dije, el Puente Nuevo es ya muy viejo. Me quedé mudo unos segundos hasta que pasaron ocho diez personas y nos saludamos. Esto no pasa en la ciudad como tantas otras cosas comparadas con un pueblo. Me alegré de haber nacido y educado en Buñol la mayoría de mi vida. También otros muchos lugares dieron rienda suelta a la experiencia para que de cada lugar donde anduve o anduvimos me aportara una sensación y una percepción nueva. Me gusta saber que solo así se aprende de verdad... moviéndose con los ojos lo más limpios posibles y bien abiertos. La acción y el cambio es el secreto, también lo que más miedo nos da, pensé irritado.
Siempre he sido un enamorado incondicional de mi pueblo y de sus gentes, de esa cultura tan nuestra que se engancha en la historia como una garrapata alimentándose de  nuestra sangre. Estaba enfadado, irritado y confuso... Quizá nada de lo que pasaba por dentro coincidía con una cierta realidad objetiva, sencillamente un estado de ánimo se apoderaba de mis pensamientos o al revés no lo tengo muy claro, o sí , pero así parezco más humilde-qué palabra tan anacrónica e hipócrita-. Me temblaban las manos porque por primera vez en mi vida mi amor sintió condiciones. De golpe se me amontonaron todas la cosas que no habían gustado de mi vida, y especialmente de mi vida en Buñol. Se rompió la Torre del Homenaje en mis manos convertida en polvo. Y comencé a disparar sin arma alguna dardos envenenados que me hacían daño, mucho daño. Y espero que les duela a ustedes, síntoma de que aún estamos vivos, porque solo un muerto no lo podría sentir. Y no estoy seguro.
Buñol tiene cosas muy buenas, pero también malas, por algo nos llaman Socas. Miramos nuestro ombligo desde hace muchos años motivados por la ventaja que tuvimos en el pasado y  que se ha ido acortando de tanto mirar al mismo sitio. Llevamos décadas haciendo y dejando hacer lo justico, sin mirar hacia adelante, hacia atrás y hacia los lados, ni hacia arriba. Pese a decir que somos progresistas y no sin razón, también escondemos una costumbrismo casi eclesiástico por su contenido de fe e irracionalidad, si el que lo hace mal es de los nuestros seremos incapaces de decirlo ó hacerlo rectificar, nuestra religión, en muchos casos es nuestro partido, música o equipo, incluso algunas personas que los simbolizan. Pero lo peor es que seguimos igual sin ver más allá de nuestro ombligo y la valensiana. El sueldo fijo, la seguridad y la rutina sosegada configura todo un estilo de vida, aunque para ello tengamos que callar y mirar para otro lado, probablemente sin darnos cuenta.
Pero todavía hay algo peor, como somos capaces de etiquetar a las personas y para siempre. Porque no piensan, no sienten o no viven como nosotros: Éste es un facha, éste un señorito, esta una destalentá o ligerica de cascos, gorrinas y gorrinos, gandules y trabajadores, personas de valor  o sin él, de buena familia.... Vaya si me sorprenden y me indignan estos comentarios que se hacen en tertulias, barras y cafés. Arreglamos el mundo en diez frases y aniquilamos a un chichón o chicona que pasa por la calle con la misma ligereza con la que hablamos en un entierro mal del muerto y comentamos el último partido. No me invento más que lo justo lo demás lo he vivido.
El Puente Nuevo es viejo como la malisia, la envidia y la mala leche, atraviesa el barranco los Mudos... Acabo de saltar y sin querer he matado una gallina y un pollico, no han dicho nada, ni pío. Habrá que aprender a callarse... y a amar con condicion

No hay comentarios:

Publicar un comentario